Baraka y la contemplación del mundo según Octavio Paz

  El documental Baraka (1992), de Ron Fricke, propone una experiencia sensorial que invita al espectador a contemplar el mundo sin necesidad de palabras. Su lenguaje no narrativo, construido a partir de imágenes y música, revela la interconexión entre naturaleza, ritual, industria y guerra. Desde la mirada de Octavio Paz, esta forma de mostrar el mundo se relaciona con el valor de la contemplación: una experiencia que no se agota en la función práctica, sino que abre un espacio para el placer estético y la imaginación. Así como la artesanía transforma un objeto cotidiano en signo de participación, Baraka convierte las imágenes del planeta en un llamado colectivo a mirar más allá de la utilidad.

  La película resalta lo que Paz identifica como la tensión entre lo útil y lo contemplativo. Mientras que la modernidad tiende a reducir los objetos a su función, Baraka se detiene en aquello que no cumple un propósito inmediato: un eclipse, un ritual, un rostro humano. Al no explicarlos con palabras, los convierte en objetos de contemplación que suspenden el tiempo y rompen con la lógica de lo productivo. Paz sostiene que la artesanía no está regida por la economía de la función, sino por el goce y la imaginación, y en este sentido el documental funciona como un artefacto estético que invita a mirar sin prisa y sin finalidad práctica. 

  El contraste entre espiritualidad e industria es otro de los ejes que enlaza a Baraka con el pensamiento de Paz. Las secuencias de templos y paisajes sagrados se alternan con imágenes de fábricas, guerras y ciudades congestionadas. Este montaje revela la contradicción entre dos modos de existencia: uno que busca lo trascendente y otro dominado por la utilidad. Aunque algunos críticos sugieren que las imágenes embellecen la devastación, en realidad la película la enfrenta mediante la yuxtaposición, mostrando cómo lo moderno y lo espiritual conviven en tensión. Tal como la artesanía convierte lo útil en signo de comunidad, Baraka transforma lo visible en un recordatorio de que todos participamos en esa contradicción. 

  En última instancia, Baraka realiza en el cine lo que Paz reconoce en la contemplación artística: abrir un tiempo y un espacio distintos a los de la vida cotidiana. Las imágenes interrumpen lo real, detienen al espectador y lo obligan a sentir antes que a entender. Más que un discurso cerrado, la película es una invitación abierta a reflexionar sobre el mundo que habitamos y sobre nuestra relación con él. Desde esta perspectiva, lo que aparece en pantalla no es solo un desfile de escenas bellas, sino un gesto estético y ético que nos conecta con la posibilidad de imaginar un futuro diferente.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ensayo/reflexión sobre Baraka (1992)

El gesto arquitectónico: entre función, expresión y contexto.