El gesto arquitectónico: entre función, expresión y contexto.

   El gesto arquitectónico consiste en reconocer y jugar con la polaridad entre lo útil y lo simbólico, entre la construcción de espacios utilitarios y la creación de espacios estéticos o significativos. Platón enfatizaba la búsqueda de lo ideal y la armonía, donde cada elemento tiene un lugar en un orden perfecto; en arquitectura, esto se traduce en la planificación cuidadosa de proporciones, simetría y relación entre las partes del espacio, como se observa en los templos griegos. Aristóteles, por su parte, priorizaba la función y la finalidad de cada cosa; aplicado a la arquitectura, esto se refleja en la construcción de espacios prácticos y habitables, donde la eficiencia y la utilidad guían el diseño. El gesto arquitectónico, por tanto, surge de la tensión entre estas visiones filosóficas y se manifiesta en la creación de espacios que equilibran funcionalidad y expresividad, adaptándose a los contextos sociales, económicos y culturales en los que se construyen. 

   La película Baraka evidencia esta tensión en entornos urbanos y culturales diversos. Se muestran barrios que parecen cuidadosamente planeados, con armonía y respeto por la escala humana, frente a construcciones improvisadas, densas y contaminadas, donde la funcionalidad domina sin consideración estética ni simbólica. Al analizar estos contrastes, se ve cómo el gesto arquitectónico puede prosperar o limitarse según los recursos y la planificación disponibles. La diferencia entre las culturas y sus entornos construidos refleja, de manera práctica, la forma en que las ideas de Platón y Aristóteles se traducen en la vida real: algunas ciudades buscan un ideal de orden y belleza, mientras otras se ven forzadas a priorizar la función inmediata sobre la expresividad. 

   Comparando las construcciones griegas clásicas con la arquitectura moderna, se observa un cambio en la manera de abordar la tensión entre funcionalidad y expresividad. Los templos griegos equilibraban ambas dimensiones mediante proporciones precisas y ornamentos simbólicos que transmitían ideas de poder y belleza, mientras que los edificios modernos, muchas veces afectados por limitaciones económicas y necesidades de densidad, priorizan la eficiencia y la utilidad, sacrificando en ocasiones la expresividad. Este contraste demuestra que el gesto arquitectónico no es algo fijo, sino que se adapta al contexto histórico, social y material de cada época. 

  Finalmente, la escasez de recursos económicos impacta directamente en la manifestación del gesto arquitectónico. Muchos arquitectos, aunque tengan una intención expresiva clara, se ven obligados a priorizar la construcción utilitaria y reducir el ornamento o la singularidad de sus diseños. Aun así, incluso en estos contextos limitados, es posible identificar gestos esenciales: decisiones de disposición, materialidad o forma que permiten habitar un espacio de manera significativa. Así, el gesto arquitectónico se revela como la síntesis entre ideales filosóficos, necesidades prácticas y contexto social, mostrando que la verdadera arquitectura surge de la tensión productiva entre lo funcional y lo simbólico.

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